Para muchos ha sido un descubrimiento o quizás un reencuentro con ese dispositivo habitualmente maltratado, que se lleva más patadas que otra cosa, por estar situado muchas veces cerca de los pies de los usuarios en las oficinas. Pero que el lunes pasado, cuando la península ibérica volvió a la Edad Media por unas horas, se hizo notar.
Para quien no lo sepa, SAI son las siglas de Sistema de Alimentación Ininterrumpida, aunque a veces también se le denomina por sus siglas en inglés: UPS (de Uninterrupted Power Suply). Eran más habituales hace unos años, cuando no había tantos portátiles y la mayoría de equipos informáticos eran fijos.
Básicamente lo que hace es mantener el ordenador encendido en caso de corte de corriente y, algunos modelos, también incorporan sistemas para proteger de fluctuaciones o sobretensiones al ordenador.
El objetivo de un SAI no es permitirnos trabajar de forma indefinida sino darnos la oportunidad de cerrar los ficheros y hacer un apagado correcto de programas y equipos. Si queremos trabajar de forma indefinida tenemos que recurrir a otras soluciones, como un grupo electrógeno, pero ya estamos hablando de soluciones mucho más caras y que, para un uso muy puntual, no suelen compensar.
Pero este lunes, muchos usuarios descubrieron que su SAI no servía para nada. El motivo: que nadie se había preocupado de verificar el estado de las baterías y el correcto funcionamiento del SAI.
En muchas pequeñas empresas, el SAI se instala junto a cada ordenador y nadie se vuelve a preocupar por él. Pasan los años y debido a que en general la luz se va muy pocas veces, no es necesario que entre en funcionamiento. No se hace notar. Pero llega un día como el pasado 28 de abril, se va luz y esa tranquilidad que debería darnos disponer de un tiempo para cerrar los archivos y trabajar unos minutos más se convierte en ansiedad al ver que el aparato se pone a pitar como un loco anunciando el fin de su autonomía.
Y resulta que las baterías de un SAI hay que cambiarlas al cabo de los años que indica el fabricante o podemos tener una caja, pesada y llamativa (porque suelen ser de colores chillones), pero totalmente inútil.
Gracias al elevado número de portátiles y teléfonos móviles operativos, la gran caída del lunes no fue instantánea, sino gradual. Los equipos siguieron operativos mientras les duró la autonomía de sus baterías, y las comunicaciones aguantaron mientras las torres de comunicaciones tuvieron energía almacenada. De otro modo, la vuelta a la Edad Media habría sido inmediata.
Si la experiencia de este lunes ha servido para algo ha sido para permitirnos darnos cuenta de la dependencia que tenemos de las infraestructuras tecnológicas.
No sólo la luz, sino todo lo que funciona con luz, que es prácticamente todo hoy en día. En una oficina o en un domicilio, hoy sin luz estamos perdidos: no hay agua caliente, no hay vitrocerámica, horno o microondas, no hay calefacción o aire acondicionado, no hay Netflix, no hay videojuegos...
Las grandes empresas y los servicios esenciales como hospitales, policías, bomberos, servicios de emergencia... cuentan con sistemas que generan electricidad en caso de caída de corriente. Pero es necesario valorar el coste de estos sistemas, lo necesarios que son y cuántas veces estimamos que entrarán en funcionamiento.
Si la empresa cuenta con un servidor contra el que trabajan múltiples usuarios, es muy recomendable que cuenta con baterías para aguantar encendido el tiempo necesario. Si se corrompen ficheros y bases de datos por un corte repentino de corriente, se puede perder información muy valiosa. Pero esas baterías no deben de cubrir sólo al servidor, sino también a todo el hardware que forma parte de la comunicación: switches de red, puntos wifi, etc...
El lunes, algunos usuarios cayeron en la cuenta de que tienen una gran batería a mano de la que tirar. Y es que aunque no tenga el formato habitual de equipo informático, cualquier coche acumula energía y permite cargar otros dispositivos. Y esto se acentúa en los coches eléctricos, algunos de los cuales disponen de una función de carga inversa o carga bidireccional, mediante la cual pueden proporcionar energía a una vivienda, por ejemplo, durante un tiempo.
Y si la conexión a Internet es crítica, también existen alternativas para salir del paso incluso en las peores situaciones. Lo de este lunes supuso la caída de todas las comunicaciones "terrestres". No sirvió de nada tener servicios contratados con varias compañía de fibra o móvil porque todas se vinieron abajo, pero hay otras soluciones como el satélite que ya tienen unos costes muy cercanos a una fibra óptica. Como digo, valorando si compensa el gasto extra por la seguridad que se obtiene.
Cada cual tendrá que analizar si compensa añadir seguridad a su infraestructura teniendo en cuenta el coste de disponer de dispositivos redundantes. Hay soluciones baratas que pueden proporcionar beneficios interesantes. Igual no llegamos a usarlas nunca, pero el día que entran en funcionamiento, pueden ser vitales.